Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II – 1

sábado, febrero 3rd, 2024



Publicado por congregacion

¿Por qué podemos hablar de Teología del Cuerpo?

Sin lugar a duda la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II ha llegado a irrumpir de forma casi dramática en nuestra sociedad. Nunca como ahora habían sido tan cuestionados el significado de la masculinidad y la feminidad, la validez de la familia tradicional y el valor de la vida desde sus inicios. Lo que hace a penas unas cuantas décadas era defendido por la gran mayoría de personas, hoy en día es cuestionado e incluso atacado por muchos a través de los medios de comunicación social, las instituciones gubernamentales o de grandes holdings empresariales. Es por ello por lo que, ante este hecho fácilmente comprobable, la Teología del Cuerpo viene a dar la respuesta que muchos estaban buscando. Pero no nos confundamos. Esto no es una moda. Es Dios mismo quien nos ha querido recordar lo que han sido las enseñanzas de la Iglesia Católica desde sus inicios.

A priori el término TDC podría parecer contradictorio: Cuando pensamos en la Teología, tenemos que hacer referencia a Dios, un ser perfecto y espiritual. Por el contrario, nuestro cuerpo es material y en él hemos podido experimentar muchas veces la miseria del ser humano, es decir algo muy alejado de la perfección de Dios. ¿Podemos entonces hablar de Teología del Cuerpo? Esta pregunta quedaría sin respuesta de no ser por un hecho que cambió la historia de la humanidad para siempre: La Encarnación del Hijo de Dios. Es decir, el momento en que la segunda persona de la Santísima Trinidad irrumpió en la historia, en nuestra historia, para dar sentido a todo lo que pasa en nuestras vidas. Durante mucho tiempo y en gran parte debido a la influencia judía de nuestra fe (recordemos que los cristianos procedemos de los judíos que creyeron que Jesús era el Mesías), a Dios no se le podía representar en ninguna imagen, porque a lo largo de la historia el pueblo de Israel había sucumbido a las imágenes creadas por el hombre y que habían llevado al pueblo al paganismo. A esto había que sumar la prohibición del Emperador León III de venerar cualquier imagen y la orden de destruir cuantas existieran e hicieran referencia a Cristo, a la Virgen o a los Santos. Es lo que se denomina Iconoclastia. El Concilio II de Nicea del año 787 vino a terminar con la polémica y declaró que la veneración de imágenes era lícita en base a la Encarnación del mismo Cristo. San Juan Pablo II lo diría con palabras más elocuentes:

“Por el hecho de que el Verbo de Dios se ha hecho carne, el cuerpo ha entrado… por la puerta principal en la teología”.1

Así es. Cristo, la palabra hecha carne ha hecho que el cuerpo sea no únicamente una realidad biológica sino teológica. Y haciendo un resumen de todo lo dicho anteriormente, podemos definir la Teología del Cuerpo como la fe que busca ser explicada a través de la feminidad y la masculinidad. Es decir, que podemos saber quien es Dios a través de nuestro cuerpo. De esta forma nos encontramos con una forma de enseñar nueva, con un mensaje realmente esperanzador, con una buena nueva que tiene que ser difundida: Dios nos ha querido como seres sexuados, y esto es porque nos ha creado a su imagen y semejanza. Desde luego que esto necesita una explicación, porque Dios no tiene sexo. Pero el error lo cometemos en la dirección en que tratamos de explicarnos esto: no es Dios el que se asemeja a lo que es la masculinidad o la feminidad, sino mas bien es la diferencia sexual la que nos permite entender quien es Dios. Dicho de otra forma, todo lo que es masculino me habla de Dios, pero no lo agota. Y todo lo que es femenino me habla de Dios, pero tampoco lo agota. Y lo que más se asemeja a un Dios que es Amor, es el abrazo conyugal en que “los dos son una sola carne”.2

Nunca nadie se había atrevido a hacer estas afirmaciones hasta que nuestro querido San Juan Pablo II nos dejó este legado maravilloso de la Teología del Cuerpo. Y sin embargo esto ha sido así desde el principio. Cuando leemos con detenimiento el Catecismo de la Iglesia Católica, nos damos cuenta de que todo lo que emana de él tiene su fundamento en un Dios Trinitario: Un Padre que se da totalmente al Hijo; un Hijo que recibe todo el amor del Padre y al mismo tiempo lo torna a él. Y de ese intercambio infinito de amor entre Padre e Hijo surge el Espíritu Santo. San Agustín lo dirá de una forma mucho más poética: El Padre es el Amante, el Hijo es el Amado y el Espíritu Santo es el Amor. Ahora bien, varón y mujer fueron creados para una comunión en el amor; una comunión tan fuerte que puede generar una nueva vida, un esposo que se da totalmente en cuerpo y alma a una mujer, quien a su vez acoge dentro de sí a ese esposo para darse a su vez sin límites… Y ahí, con el poder infinito de Dios Espíritu Santo, surgirá una nueva vida. Quizás ahora ya resulta mucho más fácil comprender por qué hacemos referencia a la Trinidad.
Sin embargo, dado que a lo largo de este curso ahondaremos más en todos los conceptos y fundamentos de la Teología del Cuerpo, bástenos estas pequeñas pinceladas para poder abrir el apetito.
Quisiéramos terminar esta pequeña introducción, esbozando brevemente como se ha ido gestando esta Teología del Cuerpo tal y como la conocemos hasta hoy.

Lo primero de todo es hacer referencia a un hombre, un sacerdote polaco enamorado de la juventud, de la vida y del amor; un profesor que acampaba con sus alumnos y que no eludía hablar de los problemas e inquietudes que sus alumnos le planteaban. Karol Wojtyla fue ordenado obispo con tan sólo 38 años y cardenal a los 47.
Lo segundo es recordar el Concilio Vaticano II, inaugurado por San Juan XXIII en el año 1962 y clausurado por San Pablo VI en 1965, y que tenía por objetivo poner a la Iglesia en sintonía con la nueva realidad, con un mundo cambiante a un ritmo frenético que reclamaba respuestas a temas muy controvertidos. Uno de esos era la anticoncepción. Durante ese concilio, Pablo VI creó una comisión para abordar este tema y decidir si la Iglesia Católica debía adoptar la misma postura de las Iglesias Anglicana y Protestante, que hacía tiempo habían aceptado la utilización de métodos artificiales para la regulación de la natalidad, y la utilización de la píldora anticonceptiva, inventada en el año 1960, o si, por el contrario, seguía fiel a una enseñanza bimilenaria. Al no llegar dicha comisión a una conclusión definitiva en ninguna de las dos direcciones, Pablo VI decide él mismo tomar este asunto en sus manos, y después de leer con detenimiento un documento elaborado por el Cardenal Wojtyla en Cracovia, publica el 25 de julio de 1968 la Encíclica Humanae Vitae3, sobre la dignidad de la vida humana y el deber de respetarla desde sus inicios. Muchos historiadores han coincidido en señalar que esta encíclica fue duramente criticada y contestada incluso dentro de la Iglesia Católica. Y George Weigel4, Biógrafo de San Juan Pablo II, señala que este hecho fue determinante para que el Cardenal Wojtyla decidiera escribir un libro sobre el amor humano. El libro hubiera visto la luz a finales de 1978, de no ser porque en octubre de ese mismo año Karol Wojtyla fue elegido sucesor 264 en la Cátedra de San Pedro. A raíz de su elección transformó su libro en 135 catequesis de las cuales 129 fueron pronunciadas en las audiencias de los miércoles en San Pedro del Vaticano entre los años 1979 a 1984. Es lo que hoy conocemos como” Teología del Cuerpo”.

Sin lugar a duda, este tema apasionante da para mucho. Y a eso nos dedicaremos a lo largo de este año. Bástenos, por ahora, por saber su origen y el mensaje de esperanza que en él se esconde.

1 (HM 23.4)
2 Gen 1, 24
3 https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_25071968_humanae-vitae.html
4 WEIGEL GEORGE, Testigo de Esperanza. Biografía de Juan Pablo II, Editorial Plaza y Janés, Barcelona 1999.

Preguntas de Reflexión:

1) El mundo en el que vivimos es un mundo convulsionado por ideologías contrarias a las enseñanzas del Evangelio. Muchas veces incluso esas corrientes han permeado dentro de la Iglesia y se han contestado muchas de las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia Católica. ¿Cuál es mi actitud cuando descubro tales formas de pensar a mi alrededor, o incluso en personas cercanas a mí?

2) La sexualidad es un tema polémico en el que por lo general la catequesis se ha enseñado desde una vertiente negativa, es decir, hacer énfasis en lo que es pecado o lo que no se debe hacer. ¿La Teología del Cuerpo despierta en mi esperanza respecto de una forma nueva de predicar el Evangelio?

3) La cultura de nuestros días está salpicada por todas partes de criterios hedonistas, relativistas y materialistas y se requiere de una profunda formación para poder rebatir, siempre desde la caridad y el respeto, los errores que llevan a los hombres al sin sentido de la vida. ¿Soy consciente de la necesidad que tiene un católico del tercer milenio de formarse en profundidad para poder ser “luz del mundo y sal de la tierra”? ¿Soy capaz de amar, como Cristo ama, al que piensa diferente a mí?