María en la Escritura y en la fe de la Iglesia (P.Pozo, SJ) – 3b

jueves, febrero 1st, 2024



Publicado por congregacion

TEMA 3b. MARÍA EN EL NUEVO TESTAMENTO (Pozo, pp. 65-111):

 3.1. San Pablo: Gal. 4,4s.

 3.2. Los evangelios de la infancia

a) El relato de la anunciación (Lc. 1,26-38)

b) El mensaje a José (Mt. 1,18-25)

c) El Magnificat (Lc. 1,45-55);

d) “Y a tu misma alma le traspasará una espada (Lc. 2,35).

3.3.  La mariología de San Juan

a) El prólogo del evangelio de San Juan (Jn. 1,13)

b) Las bodas de Caná (Jn. 2,1-11)

c) María junto a la cruz (Jn. 19, 25ss)

d) La mujer del capítulo 12 del Apocalipsis


3.3. LA MARIOLOGÍA DE SAN JUAN

a) El prólogo del evangelio de san Juan (Jn 1,13)

“Pero a los que le recibieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de sangres, ni de apetito carnal, ni de deseo de varón sino de Dios” (Jn 1,12s). Estamos acostumbrados a leer el prólogo del evangelio de Juan en su versículo 13 en plural. Así aparece en la mayoría de los manuscritos y ediciones críticas que conservamos. Pero recientes investigaciones nos hacen pensar que los Santos Padres del siglo II lo traducían en singular. Para Tertuliano y Orígenes serían los gnósticos los responsables de cambiar la traducción del singular al plural. En cualquier caso el magisterio posterior de la Iglesia ha hecho prevalecer la traducción en plural, que aunque parece menos acertada y fiel al original griego, sin embargo, es igualmente correcta desde el punto de vista dogmático y doctrinal.

Y el texto prosigue: “Pero a los que le recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en el nombre de Aquel que no nació de sangres, ni de apetito carnal, ni de deseo de varón, sino de Dios, y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,12ss). El versículo 14 nos hace percibir que una lectura en singular del versículo 13 resulta mucho más fluida, al llevar como nexo de unión la conjunción kai (con), en la que se muestra que se refiere más al nacimiento de Cristo, que al nacimiento espiritual de los cristianos. El P. Pozo se inclina a la traducción en singular no tanto por motivos de fluidez del texto sino por tener en cuenta los testimonios de los Padres del siglo II. Supuesta la lectura en singular del versículo 13 encontramos una afirmación de la concepción virginal de Jesús, que no nació ni de apetito sexual ni de intervención de varón sino de Dios. Concepción virginal que es signo de su divinidad. Impresiona la aposición entre el modo de su nacimiento terreno, y la afirmación teológica de la encarnación: “y el Verbo de hizo carne”. Ignace de la Potterie subraya la expresión “no nació de sangre”, que también se traduce como sangres, y que muestra su conexión con el uso bíblico y judío de las “sangres” vertidas en el parto. San Juan subraya que el nacimiento de Cristo fue milagroso al ser un nacimiento sin sangres y sin lesión corporal para la mujer. Nos habla así del parto virginal de María.

Y prosigue: “a los que le recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en el nombre de Aquel que…”, mostrando que  para llegar a ser hijos de Dios es necesaria la profesión de la fe que sostiene que Jesús fue concebido de una virgen y nacido de ella con parto virginal, que nos lleva a afirmar también la divinidad de Jesús.

b) Las bodas de Caná (Jn 2,1-11)

María y Jesús con sus discípulos son invitados a una boda en Caná.  Faltando el vino, María pide a Jesús discretamente: “No tienen  vino”. La respuesta de Jesús es inesperadamente dura: “¿Qué a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora”. Recuerda al ¿Qué a mi y a ti? de Mc 5,7, en el que de labios del endemoniado de Gerasa, el demonio a través de un poseso, quiere expresar su falta de comunidad con Jesús. Sólo entendemos la dureza de esta expresión referida a María, leyendo la segunda parte del versículo: “Todavía no ha llegado mi hora”. Algunos han interpretado esa hora como la de comenzar a hacer milagros, que María habría adelantado con su petición.

Muchos escrituristas como P. Gaechter, siguiendo la interpretación de san Agustín, lo interpretan como “la hora de Jesús”. Se trata de un término técnico referido al tiempo de la pasión y resurrección, por el que Jesús salva a la humanidad entera y pasa al Padre. Por ello la “hora de Jesús” hasta Jn 8,20 aparece como futura. Y desde Jn 12,23 como una hora que ya ha llegado. Jn 13,1 afirma: “El día antes de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre…”.

En la actividad de Jesús hay una línea divisoria: su ministerio palestinense, en el que se dirige al pueblo de Israel, siendo como una última llamada al pueblo elegido y un último esfuerzo de atraerlo; período en el que María deberá retirarse. Jesús y n dejarlo todo libertad ododel cy un intento de atraerlo; o de Israele ya ha llegado. Jn 13,1 afirma: uel que…n singular delsus discípulos deberán dejarlo todo en aras de una libertad apostólica, en la que hay que estar dispuesto a romper todos los lazos terrenos, aun los más legítimos. Jesús nos da ejemplo rompiendo incluso con los lazos más santos, los que le unen a su Madre santísima.

Al otro lado de la línea divisoria en la actividad de Jesús, aparece la obra universal salvífica. Jesús muere por toda la humanidad y funda la Iglesia para todos los hombres. En esa hora María vuelve a estar presente. En esa obra de salvación universal había estado María presente de manera activa con el sí dado al ángel (Lc 1,38), estando de nuevo presente junto a la cruz de Jesús (Jn 19,25), en cumplimiento de la profecía de Simeón (Lc 2,35).

Comprendemos así el por qué de “los pasajes antimariológicos de los sinópticos”. En ellos Jesús muestra una cierta distancia respecto a María y sus parientes. En ellos muestra su independencia durante el ministerio palestinense, y la necesidad de que María durante el ministerio apostólico de Jesús permanezca en un segundo plano.

El “¿qué a mí y a ti?” unido al “todavía no ha llegado mi hora”, nos muestran que María volverá a tener un puesto preeminente junto a Jesús en la obra universal de la salvación y en la Iglesia que brota de esa obra. Por ello María reaparece junto a la cruz del Señor (Jn 19,25), una vez llegada la hora de Jesús, y entre los apóstoles reunidos en oración en su espera del Espíritu Santo (Hch 1,14). María esta así presente en la Iglesia naciente, presencia que se prolonga a lo largo de toda su historia, en la que “la hora de Jesús” ha llegado y no va a pasar hasta la consumación de los tiempos.

c) María junto a la cruz (Jn 19,25ss)

Iluminados por el texto de las bodas de Caná, vemos en este pasaje que “la hora de Jesús” ha llegado y que María vuelve a tener un papel importante junto a su Hijo en el momento preciso en el que realiza la salvación del mundo.

Dice el texto: “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su Madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “He ahí a tu Madre”. Y desde aquella hora el discípulo la tomó como cosa suya” (Jn 19,25ss). Las frases “Mujer, he ahí a tu hijo” y “He ahí a tu madre” (Jn 19,26-27), no son un mero encargo del hijo moribundo a Juan para que cuide a su Madre que se queda sola. Tenía consigo a María la de Cleofás, que a su vez tenía dos hijos adultos: Santiago el Menor  (que luego será obispo de Jerusalén) y José. De hecho ellos, siendo hijos de otra mujer, aparecen siempre en la lista de los hermanos de Jesús (Mt 12,46; 13,55; Mc 3,31; 6,3; Lc 8,19; Jn 2,12; 7,3 y 5; Hch 1,14; 1 Cor 9,5; Gal 1,19). Con ello se demuestra que los hermanos y hermanas de Jesús eran hijos de otra mujer, por tanto, primos  o parientes. Con esto respondemos a las objecciones de los protestantes a la virginidad de María.

Si las palabras de Jesús manifestasen sólo una preocupación por la soledad de su Madre, diría: “Juan, no abandones a mi madre”. Más bien el pasaje parece mostrarnos la preocupación de Jesús ante la orfandad de Juan, que al morir Jesús va a necesitar una madre. Por ello se dirige a María: “Mujer, he ahí a tu hijo” (v.26) Para después pedir a su discípulo la actitud correspondiente con que debe mirar a María: “He ahí a a tu madre” (v.27). Al referirse el Señor a Juan como “el discípulo”, se quiere representar en él al discípulo en cuanto tal, implicando una maternidad espiritual de María con respecto a los discípulos de Cristo, y a los fieles en cuanto tales.

Ambas frases al iniciar con la partícula griega ide (=he ahí), utilizan una partícula revelacional que descubre la realidad interior que está más allá de lo que los ojos ven. Semejante al pasaje en el que el Bautista revela el misterio escondido a los ojos humanos cuando die a Jesús que va como judío a bautizarse: He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29 y 36).

De igual manera, en el Calvario, los ojos humanos sólo ven a un ajusticiado, a su madre y a un amigo fiel; pero las palabras de Jesús revelan la misteriosa relación de maternidad y de filiación que une desde ahora a María y a los discípulos de Jesús. Dejamos para más adelante, en nuestro estudio el versículo 27 en el que el discípulo la acogió en su casa.

Teológicamente hablando María aceptó ser Madre de un Mesías salvador en el “sí” de la encarnación. En su seno se formó Jesús que vivió y murió en Palestina, y a la vez un Jesús Cabeza de un gran organismo de salvación, al que vamos incorporándonos a lo largo de la historia (Cuerpo místico de Cristo). Fue entonces cuando María empezó a engendrarnos en su seno. El sí de María es fundamento último de su maternidad espiritual respecto a nosotros. En el Calvario Jesús revela, con el “he ahí”, los lazos que preexistían entre María y los discípulos de Jesús. Lazos que una vez revelados deberán ser vividos conscientemente.

d) La mujer del capítulo 12 del Apocalipsis

“Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap 12,1). San Juan describe una mujer rodeada de tres símbolos. Vestida de sol, de un sol que simboliza la vida de Dios. La mujer rodeada de la benevolencia de Dios, participa de la indestructible vida de Dios. La luna, segundo luminar de Gén 1,16, aparece bajo sus pies. Y le acompaña un tercer ornato, la corona de doce estrellas, símbolo de las doce tribus (Gén 37,9) que giran en torno a ella como centro.

Se trata de una descripción ontológica de la mujer y no de una situación local. La mujer pertenece a lo celeste, es partícipe de lo divino porque aparece “en el cielo” o “dentro del cielo”.

Inmediatamente después en el versículo 2 se nos dice: “llevaba un hijo en su seno, y clamaba con los dolores del parto y con la tortura de dar a luz” (v.12). Con ello nos muestra Juan que los dolores se atribuyen a una mujer que participa de lo divino y celeste.

“Dio a luz un hijo varón, destinado a regir todas las gentes con vara de hierro” (v.5), expresión que viene referida al Mesías, y por participación en Ap 2,27 a todo cristiano que sea fiel hasta el final: “al que venciere y guardare hasta el final mis obras”.

Ap 12,3 presenta un dragón que intenta devorar al hijo de la mujer tan pronto como esta lo dé a luz (v.4). Pero su intento fracasa, porque “este fue arrebatado, llevado a Dios y a su trono” (v.5). La mujer huye al desierto (v.6), con la ayuda milagrosa de Dios (v.14). Ante su huida, “lanzó la serpiente de su boca, tras la mujer, agua como un río, para hacer que fuera arrastrada por el río” (v.15); pero la tierra se tragó el torrente, viniendo en ayuda de la mujer (v.16).

Ante su fracaso, el dragón, enfurecido, conduce la guerra “contra los restantes de su descendencia (de la mujer), contra los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús” (v.17). Se trata de los creyentes en Jesús que son sus coherederos y objeto de la ira del demonio.

El texto en su conjunto es misterioso. En la mujer vemos primariamente a la Iglesia. El Apocalipsis que en su argumento de fondo nos muestra a Dios como rey sobre el mundo, que dirige la historia y protege a la Iglesia en la persecución, nos presenta en este pasaje a  la Iglesia de los dos testamentos. En la mujer vemos primariamente al Pueblo de Dios tanto del Antiguo Testamento, el cual por María nos ha dado al Mesías; como al Pueblo de Dios del Nuevo Testamento, la Iglesia, que sigue dando a luz a los nuevos hijos de Dios, y que es perseguida ella y sus hijos por el dragón. Dios la lleva a la seguridad del desierto y la protege durante el tiempo de la persecución.

En Apocalipsis 12 debemos ver un segundo plano, en el que la figura de la mujer viene referida a María. Lo vemos por su paralelismo con el texto de Génesis 3. 

De los dolores de parto que podrían poner en duda su parto virginal hablaremos en otro capítulo. El Apocalipsis 12 hace muchas alusiones al Protoevangelio de Génesis 3, del que ya señalamos que se trata de un texto mariológico, más que de un texto eclesiológico. Por ello afirmamos que Juan ve a la Iglesia en Apocalipsis 12 (en un sentido primario e inmediato), con rasgos de María (sentido profundo del pasaje). El realismo del nacimiento del Mesías (v.5), nos muestra a María como su Madre histórica, Mujer mediante la cual el Pueblo de Dios da a luz al Mesías. La Madre de Cristo aparece como una figura triunfal y celeste en su realidad ontológica e interna de gracia. Los dolores de parto del versículo 12 pueden ser un modo bíblico y poético de hablar de que verdaderamente dio a luz, aunque más bien debemos señalar que la conexión entre el nacimiento de Jesús y su elevación al Padre (v.5), parece aludir a la participación dolorosa de María en el paso de Jesús de esta tierra al Padre (nacimiento para el cielo), a sus dolores junto a la cruz del hijo. Junto a la cruz María es proclamada madre de “los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús” (Ap 12,17).

El texto de Apocalipsis en su exégesis mariológica nos lleva a subrayar:

  • La dignidad de María, expresada en el versículo 1.
  • Su participación en los dolores de Jesús junto a la cruz.
  • Su maternidad espiritual con respecto a los fieles discípulos de Jesús.
CUESTIONES

Generales para todos los equipos

(1)  Señala cuáles son las dos enseñanzas principales contenidas en el prólogo de san Juan que debemos profesar. ¿Qué diferencias se implican de la traducción en singular o en plural del versículo 13?.

(2) ¿Qué debemos entender por la “hora de Jesús”?. ¿En qué dos períodos podemos dividir las acción mesiánica de Jesús?. ¿Qué papel corresponde a María en dichos períodos?. ¿A qué se debe el distanciamiento de Jesús con María en Caná? ¿Cómo debemos entender los “pasajes antimariológicos” de los sinópticos?.

(3) ¿Por qué Cristo no entregaba su Madre a Juan con el mero fin de no dejarla sola? ¿Tenía hermanos Jesús?, ¿quiénes, y en qué sentido?. ¿Qué maternidad nos ofrece Cristo en María?. ¿Qué partícula griega usa Jesús para presentarnos a María?. ¿Con qué finalidad la utiliza?. ¿Dónde encuentra su fundamento la maternidad espiritual de María?.

(4) ¿Qué tres símbolos acompañan a la mujer del Apocalipsis?.¿A quién representa la mujer en un primer sentido?. ¿A quién representa en su sentido más pleno?. ¿Con qué importante pasaje mariológico está conectado el texto de Apocalipsis 12?.

Particulares según Congregación

Fructuosos: Qué aspectos de los textos joánicos relativos a María os han impactado más en torno a vuestra misión como esposos y padres

Canisios: Qué aspectos de la vida de la Virgen te ayudan más en tu misión como profesional.

Berchmans: En qué te ayuda más el ejemplo de la Virgen María para llevar a cabo tu misión de estudiante.

UN OBJETIVO CONCRETO (INDIVIDUAL Y COMO EQUIPO)

PARA ESTE MES

Breve examen de conciencia individual sobre el tema:

preparación y participación